Calipso es vieja y temerosa.

Atrajo a miles de Odiseos a las orillas de su isla, con sus promesas de juventud eterna, coches brillantes, riqueza barata y comida fácil.

Cuando los ha visto aparecer en el mar se ha asustado.

Demasiado morenos, demasiado raro el idioma, demasiado amenazadoras las costumbres, demasiados Odiseos con intenciones claramente malas.

Calipso pide a zEUs leyes y concertinas en las playas

que reúna a los Odiseos en rebaños para ponerlos bajo vigilancia del Cíclope.

Calipso es vieja y temerosa.

Encerrada entre sus verjas, a Calipso le ha salido un bigotito negro que le tapa justo el filtrum.

No entraré en trayectorias de sus integrantes, en registros, raíces o referencias, dejaré a un lado maneras de tocar, cantar,componer, detalles de producción del disco, si han usado un pedal u otro, si suenan a esto o aquello, si rompen y crean algo nuevo o no. Dejaré este terreno farragoso a los críticos y músicos, y repetiré esa frase que todos dijimos alguna vez al tomar vino, «yo sólo sé si me gusta o no me gusta».

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Dicho de otra manera, sólo sé si me emociona o no, si me conmociona y me dice algo, si cuando la escucho hago cuerpo con ella, si me atraviesa y posee logrando que me apropie de ella, si se hace parte de mi para seguir siendo yo sin ser ya el mismo. Pues al final, ¿de qué se tratan los dos días que estamos vivos, sino sentimos, ni luchamos, ni nos damos… ? ¿De qué va ésto entonces?  Con la música pienso igual, si no me atraviesa no pierdo el tiempo.

Y honestamente, Cuello logra hacerlo, seán sus coros, sus letras, sus afiladas cuerdas o la contundencia de sus baterías,  Cuello incita a regocijarse, creerse y enfrentarse al día a día, a creer en la victoria contra todo pronóstico en el último momento,  cuando no hay fuerza alguna y todo parece trazado en tu contra.  

Podríamos hablar de este » Trae tu cara» , canciones como «trae tu cara y decórala bien» o «deseo expandirme» o  «vístelo con tu éxito» pero, al menos para mí, es una constante en sus otros discos » hunde mis cárceles»,»aceite rebajado», «tu fuego de luces», «Tren del poder», etc, etc  encuentro en todas ellas  una oda a la épica cotidiana que me llevan a escurcharlas sin parar, destilan una energía rebosante,un vitalismo que te impulsa como un tornado de aire fresco ante la resaca de la incertidumbre y lo vulnerable de cada día, para gritar con alegría, !yo sólo quiero mi suerte, dejarme, que de ella ya me burlaré yo!  

http://cuello.bandcamp.com/album/trae-tu-cara

Y quizás lo que intento dibujar con estas palabras sólo sea lo que a mí me pasa, y por supuesto, que quizás tiene que ver con lo vivido por mí mientras escuché sus discos y no con los que las tocan y componen, no me entiendan mal, no pretendo que os pase al resto. Pero sí pretendo decir que ésto es lo que me llevó yo, el lugar donde  a mí me atraviesan, lo que hace que apriete el play, suba el volumen, salte y me desgañita entre empujones al verlos, siguiendo el rumor de la resonancia invisible de su vitalismo, su oda a la épica cotidiana.

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En la vida hay grandes y pequeñas catástrofes cotidianas, catástrofes  de todo tipo, colores y formas, el mundo de la catástrofe es multicolor y heterogéneo al igual que la convulsiones que generan. Las grandes se tardan años en digerir y a veces se mantienen en un indigestión perenne, un mar de fondo del que nadie espera ni prevé sus consecuencias y afloramientos. Pero a veces las pequeñas, ésas a las que uno les quita hierro, de pronto, establecen aperturas en el campo de lo sensible, parámetros no contemplados, por obvios y cotidianos.

Hace unos días vivimos una riada, nada espectacular, nada comparada a los grandes desbordamientos de ríos o los tsunamis marinos que entran en la tierra barriendo todo lo que encuentran a su paso. Nosotros sólo hablamos de un pequeño desbordamiento, sin víctimas, sin apenas grandes daños materiales, tan sólo algo de agua invadiendo tu espacio íntimo. No fueron muchos los litros, apenas algo mas de 200 litros en una superficie de a penas  40 metros cuadrados, un pequeño lago en la parte baja de tu hogar.  Daños materiales no muchos y aparentemente de escaso valor, algunos libros, muebles, apuntes, cajas no desechas de la mudanza, algún mueble de madera, pero nada aparentemente lamentable o que lamentar. Nada que te acerque a una de esas grandes catástrofes de las inundaciones que llenan casa de agua más allá de metro y medio, pero lo suficiente para entrever el drama.

Al principio uno lo toma con distancia, incluso se dice, bueno total así aprovecho para hacer limpieza….. total si muchas cosas llevo años llevándolas de un sitio a otro, colocándolas en un hogar y en otro y además muchas llevan años sin utilizarse, sin mirarse…. El problema surge cuando uno empieza a hacer esa labor de recopilar lo destruido, y en cada disco estropeado, en cada carrete de fotos que intenta salvar, en cada libreta o libro que ha de tirar se encuentra a sí mismo.

Es ahí en donde empieza el drama, cuando cada elemento del que se deshace es una astilla de sí mismo, de su pasado, de sus recuerdos, de su vida, de aquella que ha pasado y que no volverá, que queda en su memoria, sí, pero uno no puede dejar de pensar hasta cuando. Porque en cada foto, en cada disco, incluso en los muebles de los que me deshago se encuentran pequeñas esquirlas que detonan recuerdos y uno, a través de ellos, recuerda aquel disco que le grabo alguien con la portada cariñosamente diseñada, aquella banda que vio y que ya no existe, aquel viaje contigo y con ella o con aquel, y junto a ellos se encuentra también a los que ya no están los que le han dejado por el camino, su infancia y los secretos que guardaba en ese arcón de madera ahora hinchada por el agua.

Y tal vez, alguien osará pensar o decirme que si soy un materialista, quizás incluso con buena intención,  que yo no soy esas cosas, que no caiga en el consumismo o cualquiera de esos argumentos manidos, y en ese momento, probablemente  apretaré el puño, y me reprimiré las ganas, pero quizás no reprimiré el decirle que se equivoca, que precisamente somos todas esas cosas porque las elegimos y porque nos eligieron en este viaje y por eso permanecen entrelazadas a nosotros llevándonos en sus adentros, construyéndonos, al igual que nosotros las usamos y llevamos en cada recuerdo, y que cuando los recuerdos poco a poco se difuminan, se pierdan y nosotros con ellos, ellas son y serán las únicas capaces de reactivarlos, de devolvernos esas piezas que perdimos en nuestros adentros y que nos recuerdan quien fuimos, somos y con quién vivimos, pero probablemente esa persona necesite su propia riada de discos y fotos que le recuerde sus adentros.

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Empiezo a descender la falla.
El lastre que me arrastra me está pesando poco a poco
más y más…

azul profundo > agnes pe. tomásazul1-1

Mi sentido del tiempo se está desvirtuando
y ya no sé si la última vez que ascendí a la boya
fue hace poco o mucho,
minutos u horas…
El aire que tomé estaba viciado
a pesar del mar.

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azul profundo > agnes pe. tomas

Esta inmersión en apnea podría
revelarme una verdad, pero también disolverme.
Nadie me acompaña en ella,
nadie piensa que sirva para algo,
aparte de combinar palabras huecas.

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Todas me animaron a sumergirme y
ahora estoy aquí abajo
sola
con mi lastre cada vez más cargado.

Al final me dan un premio,
también de plástico.

 

>>imágenes>fotogramas de azul profundo>agnes pe. tomás

Tanto mirar a Barcelona y Madrid y resulta que estaba pasando en Valencia. Cuando éramos más jóvenes, era sinónimo de bakalao y drogas. No estaba en nuestro panorama musical. Luego pasó la explosión naranja, al parecer, porque en esos tiempos nuestros radares prácticamente solo miraban más allá de los Pirineos, más allá del Atlántico. Pero hace un par de años nos llegaron las primeras rachas del huracán valenciano, y no hablamos de fútbol.

Todo comenzó con las palabras «Somos Betunizer de Valencia». Ver a Za! y Pony Bravo ya era suficiente gancho, sin conocer a los terceros en el ring. Pero al salir de Zaponyzer ya nada era igual, y montados en este artefacto fuimos descubriendo la que para nosotros es la escena más estimulante del momento.

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Paredes cargadas de historia

Todo gira en torno al Magazine y La Residencia. Como contaba José Guerrero en una entrevista reciente, en estos dos locales se basa la efervescencia musical que vive Valencia: con pocos medios y con muchas ganas, gente de entre 20 y 40 (y de menos de 20 y de más de 40) se junta para lo que más nos motiva: hacer música, escuchar música, pegar botes, grabar discos, pillar discos, mirarse y reconocerse entre pogo y stagediving, embriagarse y cantar a voz en grito… sentirse en familia aunque no conozcas a nadie.

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La estela de bares y negocios cerrados, el abandono de la primera línea y el anquilosamiento de las sombrillas y sillas de playa, dominan la temporada de hielo. Un hielo que no procede del frío o la nieve sino que es hijo del abandono, fruto de la vida de temporada, se despliega sobre las persianas bajadas, las urbanizaciones de telarañas y los pueblos que cambian el murmullo y el ajetreo de lo foráneo por el reguero de silencio de las vidas ordinarias, de la maltrecha y apacible cotidianidad del local, de aquel que en contra de la tendencia del visitante, del esporádico bon vivant, se queda y permanece cuando el verano se va.

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Vivir en la costa es vivir en una bola de cristal que nadie agita para que la nieve flote y que, de pronto, sin aviso, cae en manos de un niño durante una tarde.

De la apacible quietud se pasa al desenfreno, convirtiendo el silencio y el cuchicheo de la apacible contención cotidiana  en algarabía de tubos de escape, alcohol, olor a aftersun y a dejarse llevar.

Sin embargo, el cambio, cómo en el deshielo, empieza tímidamente, ligeras gotas que aquí y allá van convirtiéndose en un reguero que cuán arroyo va socavando el iceberg. El agua prístina, quieta, petrificada, pura y blanco-azulada se hace líquida, se mancha, se regocija en la tierra dejando su blanca transparencia a un lado, como si fuera una máscara carnavalesca, para lograr que nadie le reconozca.

Poco a poco como hijas de los sueño rotos del invierno y las promesas de principio de año, aparecen tímidamente las primeras tiendas con enseres de playa, pelotas, colchonetas, sombrillas, cremas y aftersunes.

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Las persianas de los que gozan de doble residencia empiezan a abrirse y junto a ellas, hoteles dormidos que nadie había visto en invierno encienden su neón y gritan: !!Ya estamos aquí!! !!Recupere sus sueños frente al mar!! !!Dése un merecido capricho!!! !!Usted merece vivir a todo tren, está de vacaciones!!

Sea servido en su dormitorio, haga que los camareros le rindan pleitesía en cada taberna que pise, déle una propina al de las tumbonas y susúrrele al oído: «mañana será igual si me guardas el sitio». Y si el alcohol no es suficiente pida droga o pregunte donde hay mujeres al primer oriundo que pasa por la calle, porque es verano, vienes con dinero y la vida es tuya, al menos durante esta(s) semana(s).

Con el deshielo, poco a poco, para el local, el oriundo,  el preocupado e inserto en la cotidianidad, todo se torna molestia, su plácida vida pasa a ser de otros, de los que traen el dinero y a los que habrá que aguantar «porque de eso se vive», y un odio secretó y soterrado crece poco a poco en su interior durante el temp d’estiu.

Un odio que se encierra con sonrisas serviles, y que sólo al final, al llegar septiembre, se empieza a vislumbrar en pequeños gestos. Gestos a penas perceptibles, ligeros tics en el labio del camarero que esconden tras de sí el deseo de silencio y murmullo, de piscinas descuidadas y verdosas, de pistas de tenis agrietadas por las que emerge una vegetación carente de sorpresa. Y así, poco a poco un deseo de placido de aburrimiento y vida ordinaria inunda el pueblo y el hielo domina hasta la siguiente primavera.

Recuerdo aquel momento, la conversación, la pregunta….¿Qué te parece? y yo diciendo que quería hacer una critica y publicarla aquí en Fuego Sanador… y a part20140125-220752.jpgir de ahí, el problema, el folio en blanco, los días pasando…..una y otra vez intentando empezar, escuchar el disco una y otra vez, anotar algo, pero siempre insuficiente para que fluyeran las letras, y nuevamente más preguntas….¿Desde dónde arrancar? ¿Cómo afrontarla? y ¿Qué decir? sobre todo cuando no se ha escrito nunca una crítica, cuando es algo que incluso al hacerla otros, por línea general, no le presto atención, apenas leo.

Así que, cómo valorar un disco cuando no sé es más que un melómano empedernido, un devorador compulsivo de discos sin gran talento musical, y, más allá de eso, cómo valorar un disco de alguien con quien de una manera u otra has crecido, compartido tanto y visto su trayectoria, sus diferentes proyectos, locales, directos otras tantas grabaciones y CDs antes de este primer LP que viene a celebrar (aunque quizás ellos no lo digan,o crean así) más de 15 años tocando juntos.
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En la era del economismo, todo se evalúa según indicadores económicos, incluso lo no cuantificable o (en principio) no vendible. Los términos que disfrazan la realidad de cuentas: prima de riesgo, rescate, «riesgo de longevidad», deuda, confianza de los mercados, interés, déficit, techo presupuestario, recortes, rentabilidad, crecimiento económico, beneficio…

El economismo convierte en factor nuestra edad, nuestra longevidad, nuestro riesgos cotidianos, y tras la cortina de la eficiencia nos venden las migajas del gran pastel que se han comido desmantelando la sanidad, la seguridad social, la educación… Las víctimas de esta mentalidad la asumimos como propia. Nuestras cadenas tienen forma de tablet, de móvil de última generación, de cochazo prepotente, de hipoteca, de última tendencia.

Los bancos y seguros privados se publicitan aprovechando el nicho de mercado abierto por nuestra nueva sensación/situación de vulnerabilidad y desprotección, propiciada por la traducción a cuentas del mercado del bienestar y la seguridad vital.  Así, seguirán viviendo de nosotras cuando nuestro cuerpo sea un cascarón improductivo: cuando dejemos de ser en primer lugar fuerza de trabajo y consumo, seremos fuente de ingresos especulatorios. «cuídate mucho», «… o improvisar pasado mañana» son lemas publicitarios que suenan a navaja en el cuello, a pistola en la sien. Nos sugieren que compremos nuestra tranquilidad futura, ya que la que estábamos comprando hasta ahora con nuestras cotizaciones no nos la van a dar. En el economismo, somos factor económico más que ciudadan@s.

Lo bueno de todo esto es que cada vez tenemos menos que perder. Tal vez un día nos animemos a protagonizar nuestro presente.

 
 
un abejaruco posado en el cable
y una mariposa en el pico
mira la tarde caer